Salieron a pasear, ella vestía y calzaba azul turquesa y un bolso con 2 cierres colgando de su brazo. El vestía de rayado con un cinturón largo, casi descosido, y con letras casi indistinguibles, con una cachucha casi desabrochada de la parte posterior y un par de zapatos con una rotura por delante, casi desabrochados. El impacto de la pareja al ver un gato con garras y la punta de la cola color blanco con el resto color negro, bajo una brillante lámpara enorme, la mas enorme de todas, a lo lejos en el aire, fue tan extraño, pues, al sonar una alarma que estalló justo alrededor de sus puntiagudas orejas, no mostró ni el más mínimo gesto de temor, es más, extendió su cuerpo con total libertad mental, sin importar que un par de humanos insólitos lo rebuscaran de su propio campo de satisfacción.
Estaba por de más pensar, para la joven pareja, que el gato estaba perdido en su propio edén de capricho, pues claramente, no mostraba pudor alguno, cual cerdo enfangado en su propio lodazal. El “casi” muchacho gestionó a su acompañante. Oye Viry!- Con un tono alegre, el decía.- ¿Por que no le enseñamos a este gato algo de modales?.
Como si la pregunta le molestase, la joven en balconada, atino a realizar un gesto de disgusto, y además, a preguntar levemente. ¿A caso ese animal te ha provocado?- Y de un abrir y serrar de ojos, el gato había desaparecido.
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