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miércoles, 3 de febrero de 2010

Uno de estos días

Estaba parado dentro de la cocina, buscaba algo, no era comida, no lo se... mi padre me gritaba, mi hermano reía a carcajadas, mi hermana lloraba, no se la razón, en mis manos tenia el control de la radio, la tele estaba encendida en el canal 28, cuyo canal no recibe señales, y lo único que podía apreciarse detrás de todas esas alborotadas líneas era la película Star Strek (la guerra de las galaxias), el sonido no era necesario, ya que estaba subtitulada al español, lo único extraño en esta casa, por lo normal y fuera de lo irreal, era, ¿por que el televisor no estaba en Muting?, ¿a caso a nadie le estresaba el volumen desnivelado de ese alborotado canal?
Para mi sorpresa, no entendía por que a nadie le importaba, mi padre ya había vivido demasiado, tal vez la vejes lo hace cambiar y pacifica su alma, mi madre no estaba en casa, -sabrá dios por que razón!- y de repente el control de la radio se me soltó de las manos! -ya que yo en ese momento no razonaba a el poder del movimiento- mi padre ahora gritaba por otra cosa, mi hermano paró de reír, el llanto de mi hermana se cegó en solo silencio, yo estaba completamente aturdido, no tenia ganas de caminar hasta mi habitación, ni de quedarme simplemente en la cocina.



Mi padre paró de gritar!, me apresure a tomar mi tabla, y me marché.
Escuchaba los alaridos me mi padre a una cuadra de distancia, monté en mi tabla, y rodé, rodé y rodé, llegué hasta la carretera, era ahí donde, por primera vez, entendía la vejez de mi padre, la ausencia de mi madre, el silencio de mi hermana, al igual que el de mi hermano, sentía cómo por primera vez en mi vida, llegaba a agradarme el penetrante sonido de el pasar de los automóviles a mi lado, el rompevientos que formaba el aire al acariciar la hierba de mis alrededores y las figuras de las nubes que jamás, ni de niño las comprendí. Froté mi cabeza de la parte posterior, estaba anonadado por causa de dicho acontecimiento, por tal, me dirigí a casa de la que una vez soñaba en mí, toque su puerta color negro con facciones naranjas, y llené mis ojos de espanto, dicho espanto, me convenció de alejarme antes de que alguien me diera por aludido, y no tomara mi palabra, mintiera y cerrara en mi nariz… pero lo hice… y como en todas mis anteriores parábolas, lo que pasó ahí fue mas inesperado que estar en la cima de un risco de hielo, mas aún, mas desconcertante que eso, fue lo que pasó después… ¡alguien abrió la puerta!, era ella.

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